martes, 3 de julio de 2012

En el Cielo



      Todo el mundo puedo decir que su vida es miserable, incluso, yo misma llegue a decirlo. Pero es como decía él ¿Viste? Solo necesitas de ese impulso de energía para darte cuenta de que todo lo que necesitabas se encontraba en tus propias manos y que a partir de ahí, solo tú decidías que hacer con ello. Pero  tal vez, es en ese preciso instante cuando descubres que todos los errores no son más que tus propias acciones y que aunque no todas pueden ser reparadas, tampoco pueden ser repetidas como barajitas de futbol. Era algo curioso, loco y bueno… sin explicación, pero una vez que te das cuenta que la vida no es más que un juego con reglas e instrucciones que debemos seguir, ya sabes que desistir no es la mejor opción y que si tan solo decides continuar hasta el final sin darte  por vencida, la recompensa llegará a ti en el momento que menos lo pienses. ¡Si! Así me pasó a mi, y tuve la oportunidad de volver a nacer ¿Saben?  A veces es imposible de creer, pero… ¡Es cierto! La vida está llena de magia, felicidad y placer. Solo necesitamos de una llave que nos abra las puertas del alma y así tener la certeza de que vivir es un verdadero arte.

     En las películas siempre había un personaje que deseaba morir, uno de esos que creía que nada bueno hacía en la faz de la tierra, pero que después algo increíble sucedía logrando cambiar la trama de la historia. Pues, algo parecido me sucedió a mí, y bueno, no es que mi vida sea una película de Hollywood llena de tragedia, romance, acción y drama. Pero estaba segura de que  tenía ese toque mágico que todos los cineastas colocaban en sus películas para ganarse aquella deseada estatuilla de los premios a la academia.

     Hace dos años  tenía un novio, ese con el que crees que estarás el resto de tu vida. Lamentablemente no fue así; y ahí es cuando te das cuenta  que aunque las personas se marchan  sin saber por que, sabes que de una u otra forma estarán siempre a tu lado guiándote hacia ese camino que es correcto. No era una mujer  divertida y mucho menos con ganas de festejar todo el tiempo, se podría decir que tenía un humor del asco. Todas las mañanas cuando salía al trabajo, se escuchaba a los vecinos murmurando entre ellos: “¡Miren! Ahí viene Ana María, amargada como siempre. Al parecer se volvió a pelear con la vida”  ¡SI! Eso se decía de mí, y no es que lo vaya a desmentir, la verdad es que estaban en lo correcto. Sin embargo,  poco me importaba lo que se comentaba de mí en el pasado, se podría decir que nunca tuve amigos en el  barrio, siempre jugaba sola en casa y durante mi adolescencia me mantenía  en mi dormitorio estudiando y leyendo. Casi no recibía postales ni tarjetas de felicitación en mi cumpleaños o en Navidad y bueno, tampoco asistí a mi fiesta de graduación durante el preparatorio. “No necesito de nadie, puedo con mi fracasada vida yo sola” ese era mi lema. Pero a pesar de todo había alguien que me hacía ser una mejor persona, alguien que sabía realmente quien era yo y que a pesar de las circunstancias podía entenderme y nunca juzgarme. Ese era Santiago, una de las personas que mas ame en mi vida, junto a él estaba dispuesta a formar una familia, esa con la que uno siempre sueña. Mi mente se desviaba  cuando estaba a su lado, es decir, Santi era la paz, la tranquilidad, pero  principalmente era mi equilibrio; ese bienestar que lograba consolidar al final de la tarde cuando salía del trabajo y él me esperaba afuera siempre con una sonrisa y dispuesto a sorprenderme.

    “Tienes que descubrir ese acertijo que el día a día te trae, tal vez te consigas con cosas increíbles” eso decía Santiago, de hecho, lo repetía contantemente sobre todo cuando estaba de mal humor, lo cual debo decir era casi siempre. Me hubiera gustado amar la vida, tanto como a él desde un principio, nunca le buscaba un lado negativo ante tales circunstancias; siempre era tan alegre, tan audaz, tan prospero y decidido de si mismo. Eso era lo que yo no era y por más que me esforzaba a serlo, terminaba por amargarme mas la vida por razones que no tenían sentido alguno. Sin embargo, es ahora que entiendo más todo y sé que nunca es demasiado tarde para cambiar.

        Algo terrible me ocurrió hace dos años, no se con exactitud como transcurrieron los hechos, pero fue lo que me comentaron mis padres. Supe que estaba embarazada, ese momento si lo recuerdo perfectamente, ¡Nunca estuve tan feliz! Enterarme que alguien a quien yo ya amaba crecía dentro de mí fue lo más hermoso que me pudo haber pasado. Sin embargo, no se como, no se por qué… Pero una mañana cuando despierto y voy al baño comienzo a sangrar, así que me fui de emergencia a la clínica, donde los médicos me habían dado la noticia de que había perdido al bebé por medio de un aborto espontáneo. No se si la gente podía interpretar el dolor que sentí en ese instante ¿Alguna vez les ha pasado? Quiero decir, toda persona que haya estado en la misma posición sabe que puede ser uno de los más bajos momentos que a una mujer le puede pasar.  Aunque… tal vez haya sido una persona muy egoísta, solo pensaba en mi y en como me sentía, pero… ¿Y Santi? Él se sentía igual de mal y aun así solo le preocupaba mi bienestar; pensó en mí más que en nada y yo, ni siquiera me había tomado la libertad en preguntarle como se sentía.

    Estaba disgustada, enojada, enfrentada ante la vida misma. ¿Por qué me sucedía este tipo de cosas? Es que, ¿Nada bueno puede pasarme? Yo no quería seguir viviendo, por más que lo intentaba no lograba hallar ese esplendor de luz que llenaba de alegría todo mi existir. Todo el mundo me lo repetía, ¡Por supuesto que si! Constantemente, como esa famosa canción que no deja de sonar en la radio: “La vida tiene altos y bajos, pero no puedes quedarte en el piso ante la primera caída” sin embargo, ¡No escuchaba! Estaba totalmente sorda, como cuando le hablas a un niño y le explicas una compleja ecuación matemática, él oirá cada una de las palabras, pero jamás entenderá lo que tratas de decir, bueno, ¡Así me encontraba!... Quería que la misma tierra me tragara, que una bala perdida me traspasara a mí o que simplemente una mañana cualquiera yo no despertara. En pocas palabras, no quería seguir viviendo.

     Dos semanas después del incidente, había despertado decidida a que ya no quería continuar con esta farsa, este juego que nunca quise jugar. Y bueno, tal vez pude haber sido más creativa en aquel momento, pero es hoy en día que agradezco que otras insensateces no se me hayan pasado por la cabeza. Cuando despierto, salgo de  casa  y espero a que el semáforo de la señal del paso al conductor. Ese era mi plan. Colocarme en medio de toda la calle y esperar a que un auto me llevara por delante. Aun así, algo no se me había pasado por la cabeza en ese instante. Santiago tenía la costumbre de irme a buscar todas las mañanas para irnos desayunar juntos. Ese día se me había olvidado en lo absoluto; así que, poco antes de que el auto me atropellara por completo, Santi se percato de lo que quería hacer y corrió rápidamente para echarme a un lado. No fue lo mejor y cuando lo recuerdo sigo arrepintiéndome de tal locura. No tengo idea de que fue lo que paso y… creía que este tipo de cosas solo ocurría en la televisión, pero… Había escuchado que el verdadero amor es aquel que da la vida por los que ama. Yo tuve el placer de tener un verdadero amor. Sin embargo, si llegara a tener el poder de retroceder el tiempo, lo haría sin pensarlo dos veces.

      Parecía que todo hubiera pasado en un día ¡PERO NO! ahí es cuando te das cuenta del milagro de la vida y por supuesto, miles de preguntas sin explicación que se te pasaran por la cabeza. Cuando despierto una mañana, despierto en una clínica, pero un año después de lo sucedido. En seguida, veo como las enfermeras corren exasperadas buscando al doctor y gritando: “¡Doctor! ¡El paciente ha despertado, el paciente ha despertado!”- ¡ESPEREN! ¿El paciente? ¿Qué era lo que estaba ocurriendo? El Doctor comienza a examinarme y veo como mis padres corren hasta la habitación felices. No entendía nada de lo que estaba pasando, no comprendía la felicidad en los rostros de las personas.
     -¿Qué está pasando? No entiendo porque están tan felices, ¿Qué pasó mamá? ¿Dónde está Santiago?- dije un tanto exaltada, apunto de explotar.

-¡Tranquila cariño! Todo está bien ahora y podrás continuar con tu vida- Casi nunca entendía la paciencia de mi madre, cuando ella te hablaba era como si un grupo de querubines estuvieran a tu alrededor tocando el arpa. Era  una gran persona  y recuerdo que desde pequeña siempre quise ser como ella: Tan dulce, elegante, sencilla, buena, amorosa ¡SI! La mujer perfecta. Es por eso que mi padre decidió casarse con ella, él era un hombre muy audaz ¡Y lo mejor! Ha amado como nunca hasta el último momento de su vida.
     Mis padres siempre lucharon por mí, era todo lo que tenía y estaba completamente agradecida por eso. Sabían cuando y como decirme las cosas. Y es que… ¡Aun es increíble que haya estado en coma todo un año!

-Esto es un verdadero milagro hija, Dios aun tiene una misión para darte en este camino- Repetían mis padres, aun felices de que yo al fin haya despertado. Todavía no lo comprendía ¿Si yo deseaba morir? Entonces… ¿Por qué aun sigo viviendo? ¿Acaso algo magnifico me sucederá de una vez por todas? No lo se tal vez si, tal vez no. Pero de lo que si estaba segura era que nada sería como antes. Santiago era mi fuente de energía y continuar sin él sería difícil. Había dado su vida por mi ¿Saben? Y sentía que no podría volver a encontrar a alguien como él, que me mantenía segura y por sobre todo muy feliz.

      Fue devastador   la primera vez que tuve que ir a visitar su tumba. ¡No quería! ¡No podía! Pero tenía que hacerlo. Así que, asistí al cementerio un día donde la gente estuviera sumamente ocupada como para tener tiempo para orarles a sus seres queridos. Había comprado tulipanes y no es que a mi me encante, pero Santiago decía que eran las flores más hermosas, únicas y autenticas. Poco comunes, y eso, las hacia especiales. Una vez que llegué hasta el lugar donde estaba sus restos, miles de imágenes pasaron por mi cabeza; todas eran hermosas, hasta que leí la fecha de muerte en su placa… ¡QUE ESTÚPIDA FUI! Nada de esto hubiera pasado si yo no hubiera cometido aquella locura un 5 de Agosto. Pero ya nada podía hacer. Solo me arrodille a llorar y decirle que nada sería igual sin él, que desearía que esto hubiera pasado o que por lo menos estuviéramos juntos en la tierra o en el cielo. Santi no deseaba verme así ¡NO! ¡JAMÁS! Él siempre hubiera querido lo mejor para mi, volver a enamorarme, hacer una familia y continuar con mi vida siendo feliz, teniendo la certeza de que siempre estaría a mi lado pase lo que pase. Pero yo no quería, ¡Estaba resignada! Cerrada ante cualquier tipo de emoción ¡Y NO! ¡No quería dar brazo a torcer!

     Cuando me marcho del cementerio algo inusual me había pasado, justo antes de irme se me cruzó un patinetero mientras conducía.

   -¡¿ESTAS LOCO O QUE?! ¿Cómo te vas a cruzar en medio del camino eh? ¿Acaso no respetas al conductor?- Le dije al hombre que intentaba volver a ser un niño a quien le gusta patinar.

- Disculpe, pero es usted quien está mal ¿Sabes?-Dice el hombre intentando callarme- Es paso peatonal y claro, ¡Por supuesto que respeto al conductor! Yo también conduzco ok. Pero el que prefiera andar en patineta es otra cosa- debo decir que enseguida me puse de muy mal humor. Así que arranque con el auto y me fui, para no tener que discutir más. A pesar de todo, el hombre intentó ser educado expresando que tuviera un buen día. No tenía ni la menor idea de que por que un patinetero se encontraba en el cementerio aquel día. Evidentemente estaba que explotaba, agarran todos los lugares que les plazcan para hacer una de sus tantas maniobras. ¿Qué acaso no respetan a los muertos? ¿Qué es lo que se les pasa por la cabeza cuando deciden interrumpir el descanso de ellos? Al menos eso era lo que yo creía. Procure no darle tanta importancia al asunto y seguí con mi rutina de siempre, intentando no amargarme más el día.

     A veces me pongo a pensar por que la vida da tantas vueltas, que a pesar de ello ¡Son perfectas! Y saben el momento indicado para darlas. Al principio creí que era un espantoso karma, ¡Pero no es así! Una mañana mientras caminaba para ir al supermercado me tope con el patinetero del cementerio, en seguida le lance una mirada para que se apartara de mi camino.

    -Mi día era esplendido, hasta que me tope contigo. Si me disculpas, estoy apresurada como para quedarme  a hablar de cosas innecesarias- Le dije al hombre para que no intentara cruzarse por mi camino más nunca.

-¿Siempre eres así de amargada? ¡Oye! Yo no te conozco pero la vida está llena de magia ¿sabias? ¡Vamos sonríe! Te escondes detrás de esos lentes y ese moño. ¡VIVE, RESPIRA! – Dice el hombre, la verdad no se que intentaba. Sentía que se burlaba de mi; como si el supiera lo que me había pasado.

- ¡La vida está llena de magia!- Dije con gran ironía- ¡Por supuesto que si! Tanta magia que la misma hace que desaparezca. Hágame un favor y deje de meterse en mi vida, usted no sabe por lo que yo pase ¿Ok?
     Antes de partir el hombre me tomo del brazo muy suavemente y me dijo que aunque no supiera quien era yo, si estaba dispuesto a saberlo y a no juzgarme fuese lo que fuese.

-Mi nombre es Javier. Y debo decir que es un placer tropezármela todo el tiempo. Tengo 26 años y vivo una vida totalmente extrema en plena libertad.

    ¿En plena libertad?-pensé- ¿Acaso este chico quiere provocarme infartos en medio de todo lo que hace? Sabía que no tenía malas intenciones, pero debía dejarle los puntos claros:
-Yo no vivo una vida agitada ¿Comprendes? Todo eso me enferma, me produce migraña. Así que no intentes cambiarme- Tal vez, no fue la mejor manera de hablarle a Javier, me precipite un poco y dije cosas que él jamás hubiera intentado- Por cierto, mi nombre es Ana María.

     Me costo mucho tratar con Javier, estaba devastada por lo que me había ocurrido y conocer gente nueva no estaba en mis planes. Sin embargo, con el pasar de los días me fui divirtiendo con él, me invitaba a salir, me hacía reír y hasta me enseño a usar su patineta. Mi vida cambio por completo. Ya no usaba esos feos trajes de señora, ni miraba a la gente mal en la calle. Era como si… hubiera vuelto a nacer. Su compañía me sirvió de mucho y sin darme cuenta, ya nos habíamos convertido en una excelente pareja.

     A pesar de todo, Javier sabía lo mucho que significaba Santiago en mi vida. Podría decir que es un poco parecido a él. Nunca deja de escucharme ni mucho menos de estar a mi lado.  Había conseguido a alguien que me llenaba de luz. Y bien, estaba segura por primera en mi vida. Así que un día decidí que dejara de ser yo la que necesitaba de contemplación y hable con Javier. Sabía que algo lo perturbaba, lo mantenía triste y un tanto encerrado y aislado de las personas. Necesitaba ayuda, y yo, estaría dispuesta a lo que fuera con tal de sanar sus heridas. Tal vez tenía que ver con su padre, ¡De eso estaba segura! Hace unos días me había confesado que se encontraba aquel día en el cementerio visitándolo. Casi no me hablaba de él, no sabía si era una buena o mala persona; tan solo que había fallecido casi al mismo tiempo que Santiago. Luego de una extensa charla dijo lo que por fin me hizo entender el por qué de sus sentimientos.

     -Soy igual a él ¿Sabias? La misma actitud, los mismos gestos,  patinar y bueno... igual de borracho. Y, no quisiera que me pase lo mismo; a pesar de todo era un gran tipo. Y bueno, tal vez esto le sucede a todo el mundo pero, aun no supero el que se haya marchado. Era mi compañero, mi amigo y nadie podrá cambiar eso. Ame más a mi padre que a nadie. Murió en un accidente, él estaba manejando y el volante se le fue.  Sin embargo, debo seguir con mi vida, soy lo que soy gracias a mi padre y eso nadie lo cambiará.

     Es curioso, pero por alguna razón algo nos había unido a Javier y a mí. Ahora más que nunca sé la razón por la cual seguí viviendo después de aquel accidente. Tenía que darme cuenta de las maravillas de la vida y agradecer cada segundo. No dude ni un instante cuando regrese al cementerio a visitar a Santiago, está vez estaba feliz, renovada y dispuesta a luchar. Le conté todo lo que me había pasado. Que había conocido a un chico del cual me enamoré, que estaba sumamente contenta y que todos los días lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Sé que eso era lo que él quería para mí más que nunca, que siguiera con mi vida y descubriera el milagro de ella. Mil  veces me lo pregunte desde niña ¿Saben no? Si la magia existía, hoy estoy segura de que siempre estuvo conmigo desde un principio, y que de ahora en más, cada vez que mire al cielo y observe las nubes tan cerca de mí, sabré que alguien muy especial sonríe para mi, regalándome siempre esa luz que me ilumina en lo más profundo de mi alma.


     


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