Querida Cris:
Desde hace mucho tiempo he
sentido las ganas de escribirte, no sólo para agradecerte, sino también para
algo más: Necesito respuestas.
No sé si te acuerdes de mí, hace mucho tiempo te escribí
una carta el día de tu cumpleaños, era el año 2013, año en que empezaba a salir
tu maravillosa obra, “Aliados”, y tal vez uno de los últimos en el que estuve
emocionalmente estable. Soy de Venezuela y tengo 23 años, te sigo prácticamente
desde muy muy chiquita. Creo que, de alguna manera, tu obra entera causó tanto
efecto en mí que tal vez podría decir que gracias a ello hoy soy quien soy. Hoy
estudio artes, dejándome llevar por la poesía cuando a veces no sé cómo
expresar lo que siento.
Me había
jurado por años jamás perder la esencia de lo que soy y que me permite
mantenerme con los pies en la tierra y los ojos en el cielo. Pero la verdad es,
que lo he perdido y he intentado de mil maneras regresar a ello, es como la
cita de Samuel Beckett que dijiste alguna vez: “Siempre supe que había dentro de mi, un niño que asesinaron el día en
que nací. Toda la historia de mi vida fue traer a la vida a ese niño”.
Desperté. Desperté pero no de la manera en que me hubiese gustado despertar.
Desperté y me di cuenta de que estaba muerta.
No he
tenido una vida fácil. Las decisiones de los adultos cuando apenas era una niña
me hicieron pasar por diferentes situaciones. A pesar de ello podía mantenerme
porque de alguna manera el arte llegó para salvarme y tus programas no sólo se convirtieron
en el reflejo de lo que vivía, sino también en mi escape, salvación y sanación.
Por mucho tiempo estuve sin casa, sin techo propio. Mis familiares no nos
podían ayudar y de alguna manera siempre había sido difícil el hecho de
conseguir un lugar para vivir que fuese nuestro. De esta manera pasé por tres
desalojos: la primera vez a los trece años. Allí perdí la mayoría de mis cosas
y de mis recuerdos; fotografías de mi abuela y de cumpleaños pasados. A pesar
de haber sido muy chiquita pude superarlo y mantenerme tranquila... sobre todo,
por mi familia. Pensé que ese tipo de cosas no las volvería a pasar, luego de
siete años, pasamos por el segundo desalojo, para mi uno de los más fuertes.
Nuestra familia estuvo separada por muchísimo tiempo. Estuve lejos de mi mamá
por dos meses y estaba viviendo en casa de una tía. Recuerdo que fue en el 2014
cuando eso sucedió, incluso recuerdo la fecha: 14 de Noviembre. Yo ya estaba
aceptada en la escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela y sabía
que allí estaba empezando la lucha de mi gran sueño en medio de tanta crisis.
Tenía un trabajo de medio tiempo como operadora de Call Center y hacía lazos y
cintillos para niños, los cuales vendía en mi trabajo. Me olvidé completamente
de otras cosas, era importante hacer dinero para obtener una casa, pero la verdad era que yo
no podía. Ese mismo año también había pintado un lienzo sobre el Rincón de Luz,
tu Rincón de Luz… Entonces, había entendido que mientras la familia estuviese
unida, a pesar de la falta de techo, podrías mantenerte fuerte y no decaer,
porque eso justamente lo que te daba energía. Así entendí a qué te referías con
un lugar llamado Rincón de Luz: donde están los afectos y la familia. Así lo
creí por mucho tiempo. Pero debo decir que ya no puedo creerlo.
Esa
Navidad no pude pasarla con mi mamá porque yo debía trabajar el 25 de
diciembre. Tampoco podía estar con mis tíos. Mi hermana decía que no había
espacio en casa de su suegra, así que llamó a uno de sus amigos para que me
hospedara allí. Así que pasé la Noche Buena con los amigos de mi hermana,
escuchando música de los ochenta, y la Navidad atendiendo llamadas de clientes,
que se quejaban con el servicio de televisión por cable de Movistar. Durante
ese tiempo yo sólo quería empezar la Universidad y seguir adelante con mi
sueño. Había dejado tantas cosas por el problema con el dinero, que estudiar
era lo que me mantenía feliz. Había dejado el teatro y sobre todo, dejé de
buscar las oportunidades. Permití, de alguna manera, que la situación me
dominara. Pasó un mes y mi tía me dijo que ya no podía quedarme más allí. Si,
me sentí desamparada, pero por otro lado estaría con mi mamá… En un lugar a las
afueras de Caracas y donde, digamos, vivo actualmente, su nombre es San Antonio
de los Altos. Allí me sentía más feliz porque estaba con ella y al fin no
estaba sola. Estábamos viviendo en un apartamento que una de mis tías cuidaba,
mientras los dueños estaban fuera del país. En ese lugar estuvimos viviendo mi
mamá y yo año y medio. Yo ya había empezado la Universidad y había comenzado
una relación maravillosa. Descubrí que no sólo me gustaba escribir, pues verás, también quiero
ser productora y actriz, no obstante y además de ello, la fotografía me hizo
más sensible a la hora de ver ¡De ver lo invisible! Y que nada, absolutamente
nada se logra sin luz. Que incluso es necesaria en medio de la oscuridad.
Comencé a hacer autorretratos, descubrí
que era un medio que realmente me permitía conocerme. Era muy curioso, algo aterrador, pero, en
definitiva, liberador. De alguna manera me ayudaba a sanar, a ver y entender el
porqué. Algo que el espejo no podía reproducir, pero si la fotografía.
Podría decir que me sentía, en definitiva, muy bien.
Teníamos la oportunidad, gracias a una herencia de mis abuelos, de adquirir una
vivienda propia. Así estuvimos buscando y buscando un lugar para vivir. La
crisis en mi país estaba empezando, el dinero no era mucho y la capacidad de
adquirir una vivienda un tanto difícil. Durante ese tiempo mi padre vivía en un
apartamento junto con otros empleados de la Panadería donde él trabaja. Sin
embargo, a veces se echaba una escapada y se quedaba con nosotras en el
apartamento, a pesar de que debíamos hacerlo a escondidas de mi tía. Mi padre
tal vez no ha sido el adulto más sensato a la hora de tomar decisiones fuertes,
pero he aprendido estos últimos años a perdonarlo y, sobre todo, a entenderlo.
En los últimos tres años algo que no sé qué es me ha unido a mi padre. Por
primera vez sentí que lo conocía ¡Y no sólo eso! a medida que observaba podía
reconocer en él parte de lo que soy, podía entender sus miedos, frustraciones,
deseos, sueños y de por qué a veces hace ciertas cosas, de por qué, a veces, se
vuelve débil. Sé que mi padre se ha sentido sólo ¡Y no es de menos!”, pero
antes de decir por qué, me gustaría terminar de contar la historia.
En Junio
del 2016 mi tía nos dice a mi mamá y a mí que debíamos irnos de ese apartamento
en una semana. El mismo día que nos dijo eso, había comenzado el tercer
semestre ¡Recuerdo ese día! No había estado más feliz, sentía demasiada
felicidad sólo porque sí, hasta que veo una llamada perdida de mi mamá. No me
gusta cuando me llaman en horas de trabajo o de clase, porque sé nada bueno
vienen de esas llamadas… Si, no me equivoqué, una vez más estaba pasando ¡Tenía
que irme en una semana! ¿Y hacia donde iba a ir?. Hice lo imposible durante esa
semana. Estuve mal por varios días, completamente decaída. Me sentía sola,
desamparada… No podía creer que eso estaba pasando por tercera vez. Nadie en mi
familia podía hospedarnos ¡Nadie! Y no precisamente porque no hubiese espacio,
sino porque, lamentablemente, he aprendido que no siempre la familia está allí…
Y eso es lo que siempre me va a doler.
El mismo día que pasé el segundo desalojo, había sentido
una sensación igual. Era demasiada felicidad, felicidad extrema y felicidad
dada por el momento y sólo por él, felicidad que se traduce en ese Carpe Diem
que por mucho tiempo me pareció maravilloso. Ese día estaba en una clase de
teatro, donde el ejercicio que hacíamos con un globo, se convirtió en un juego
por salvar al mundo, pero sin saber que mi mundo cambiaría. Luego de mi tercer
desalojo, había conocido a mi novio un mes antes, él lo fue todo para mí desde
un primer momento. Pero ese mes sentía una terrible sensación, una sensación de
que algo iba a pasar y estaba segura de eso, lo peor es que nunca me equivoqué.
Digamos que, por suerte en nuestro último día conseguimos un lugar para
comprar. Sin embargo tuve que vivir la experiencia, nuevamente, de ser
despojada y de sentir miedo por la incertidumbre.
… Pero tuve la fortuna de que la vida me colocara en el
camino a gente maravillosa que no me dejaron sola ni un minuto. La familia de
mi novio llegó para salvarme, para abrigarme y aún hoy puedo decir que sigue
siendo así. Así que desde entonces me abrieron las puertas de su casa y me
brindaron todo el apoyo que tanto necesito. Así lo hicieron y así fue como, en
tan sólo un mes de conocer a mi novio, esas personas aceptaron a una completa
extraña en su casa. Pasé apenas unos días allí y después me trasladé a nuestra
nueva casa con mi familia. Si, nuestra nueva casa y, sobre todo, nuestra…
¿Nuestra? Por primera vez en mucho tiempo dudé de ello.
No es una casa muy grande, pero es la que tenemos. No
tiene más que dos habitaciones, aunque podíamos construir una nueva. Tengo una
hermana que es cuatro años mayor que yo, ella tiene una familia: un esposo y un
hijo. Así que, de alguna manera, sabía que ellos estarían con nosotros y ¿Por
qué no iba a ser así? No podía oponerme a eso, yo los quería junto a nosotros.
El problema es que desde un principio mi hermana y su familia tuvieron su
espacio allí antes que cualquiera. Ellos no viven allí porque trabajan en
Caracas y el pasaje para trasladarse en colectivo es muy costoso, pero… ¿No es
acaso lo que yo hago? Debo despertar a las cuatro de la mañana para bajar a
Caracas a estudiar y trabajar. Regreso a mi casa de noche y casi siempre con
mil obligaciones encima. Yo necesitaba mi espacio para crear, para poder ser y
sentirme en paz conmigo misma. Yo no lo tenía ¡En nuestra casa! pero mi hermana
y ni siquiera estaba viviendo allí. Bien, ya sabe cómo son los padres, mi madre
me cedió su cuarto porque no quería más peleas. Creo que ellos no me estaban
entendiendo: Yo jamás me habría opuesto a la idea de que mi hermana tuviera su
propio espacio en esa casa y viviera con nosotros. Pero no era ella la persona
que vivía en esa casa todos los días y la que precisaba de un espacio a sola.
Mis padres nunca entendieron a qué me refería, nunca me escucharon y para ellos
cederme su habitación, haría que todo terminase. Pero el problema es que ellos
no sabían a qué me refería. Mi hermana decía que yo debía ganarme ese cuarto,
que debía trabajar para obtenerlo. ¡No lo entiendo! Si estuvimos mucho tiempo
sin hogar y ahora que al fin lo tenemos ¿Por qué quieres excluir a alguien?
¿Por qué debo ser la hija que trabaje por su propio espacio en nuestro hogar?.
Así fue por mucho tiempo. La situación en el país cada vez se ponía peor y la
comida se acababa en casa; con un solo sueldo no podíamos abastecernos y yo no
podía conseguir un empleo que me mantuviera tranquila. En ese momento aún
trabajaba para una línea de ropa como modelo y la paga era muy mala, cuando les
pedí que me pagaran un poco más dejaron de llamarme y así estuve sin empleo por
casi un año.
En Venezuela, querida Cris, las cosas no están nada
fáciles, sobre todo para la gente asalariada. Cada vez es más difícil comprar
comida, debes limitarte a comprar cosas porque también tienes servicios y
transporte que pagar, esto se convirtió en un “La supervivencia es del más
apto”. En este país se hacen colas para conseguir los productos regulados,
aunque debo decir que ahora hasta esos, son costosos. La comida cada vez se
acababa más rápido, las cosas iban en aumento y yo seguía sin encontrar empleo.
Temía vivir lo mismo que cuando era niña: Casi no tenía nada comer, mi mamá me
mandaba al colegio con un pedazo de pan sin nada o a veces no teníamos dinero
para comprar un ticket de metro, así que teníamos que irnos caminando de
madrugada hasta el colegio. Yo estudiaba en un colegio Elite, de monjas y niñas
y sufrí mucho bullying por ser –como alguna vez me llamaron- pobre. Incluso lo vivió
con las propias monjas, cuando mi padre ya no era el dueño de su propio negocio
y ya no podía obsequiarles tortas y pan, sino que pedía tiempo para buscar el
dinero y poder pagar la mensualidad del colegio de sus hijas. Ellas se burlaron
de él, no lo entendieron y lo humillaron
hasta el último día que estuve en ese colegio. Yo ya no quería pasar por eso,
ya no quería vivir ese miedo de no tener para comer, para lavar o para
trasladarme. Así que pedía que por favor, hicieran rendir la comida, se estaba
gastando muchísima y muy rápido y el dinero se desvanecía de las manos. Allí
empezaron las fuertes peleas en mi casa. Me sentía completamente fuera de
lugar: Nadie me escuchaba, nadie podía entenderme. Incluso no podía ni
estudiar. A veces debía irme a una plaza a leer porque el ruido era
insoportable y no podía concentrarme. Había sido, además, un semestre difícil
para mi, donde sentía el enorme peso de conseguir un trabajo que me permitiese
estudiar a la vez. Había pasado varios meses, era la navidad del 2016, sentía
que mi sostén, sin duda, era mi novio. Por primera vez me estaba enamorando
profundamente: Su alma y la mía podían ser perfectamente una. Ramón, mi novio,
se convirtió en mi Norte… Recuerdo exactamente lo que solía decirle: “Que el
destino siempre era el Sur, que la vida estaba allí y que para poder llegar
debía siempre mirar al Norte”. Muchas veces sentía culpa, sentí que le arruiné
la vida. Él no tenía ni idea de las cosas que se podían vivir, no había
conocido a alguien tan cercano que pudiera padecer de tantos problemas. Su vida
es diferente a la mía, por eso siento que a veces lo único que hice fue
sucumbirlo a tanta desgracia. Mi novio no tenía que vivir lo que yo estaba
viviendo, él sólo tenía que seguir siendo un joven que soñaba con patinar y ser
un artista del tatuaje. Temo que no fui la novia que él esperaba: Una feliz,
sin complicaciones o conflictos. Mi novio ha estado allí, sin duda lo ha
estado. Pero en los últimos meses me ha pedido que no lo agobie, me ha pedido
que por favor no le cuente lo que me sucede. Entonces, tuve que aprender a
guardar todo lo que me pasaba. Mi novio me decía una y otra que había perdido
vitalidad que no era la misma chica del principio… Y no se equivoca. Aprendí a
guardar cada cosa que me pasaba. Yo debía estar feliz por cosas simples y
valiosas, como tener salud y familia… ¿Familia? He sentido desde que vivo en
esta casa que no soy tomada en cuenta, ya no siento los afectos y me encuentro
completamente despojada de todo. Poco a poco a mi novio le dejó de interesar
cualquier aspecto de mi vida, pero no vacilaba en creer que yo podía estar con
alguien más… francamente no es así. Le pedí un tiempo para sanar mi corazón, yo
realmente estaba mal por mi familia, por los conflictos del país por la falta
de dinero y por todo lo que, poco a poco le iba pasando a mi padre. Me estaba
sucumbiendo en una terrible depresión, el paro no me permitía estudiar o buscar
un empleo, una de mis mejores amigas simplemente no quiso hablarme más y mi
papá sufrió un accidente durante las guarimbas este año. Por suerte todo salió
bien, por suerte no fue peor, pero ¿Qué más cosas debe soportar mi papá? Poco a
poco iba hablando a mi hermana, sentía que mi relación con ella podía volver a
ser la misma. Pues, verás hubo algo que olvidé mencionarte. Durante el
diciembre del 2016, mi hermana dejó de hablarme por completo, yo le pedí
disculpas, pero ella no quiso reconocer que también cometió un grave error. Me
bloqueó de todas las redes sociales y me empezó a tratar como una perfecta
desconocida. A veces nos vemos por la calle y ella pasa a mi lado como dos
extrañas que jamás se han visto en su vida. Mi hermana lo era todo, aunque a
veces me sentía reprimida por ella. A veces sentía que esa niña vital que me
ayuda a vivir no podía estar presente. Ella se burlaba o se quejaba por cosas
como esas, pero… ¿Acaso no era lo que me mantenía feliz y viva? El accidente
con mi padre nos unió, pero no por completo. Ella aún seguía molesta y entiendo
que lo haya estado, pero yo le pedí disculpas, incluso mi novio lo hizo aunque
ella no quería escucharlo no por un segundo. Mi hermana siempre odio ese lado
infantil de mí, siempre odio que yo mantuviera felicidad y vitalidad gracias a
tus canciones. Muchas veces me sentí reprimida, incluso llegué al punto de
escuchar todo a escondidas… Si, se parecía a una dictadura. Poco a poco fui
perdiendo no sólo los afectos de la gente que amo y me rodea, sino también lo
que juré jamás perder: mi verdadero yo. Siento, sin dudas, que ese lado de mí
que tanto me caracterizaba fue asesinada el día en que me vine a vivir a mi
nueva casa, a ese Rincón de Luz que yo tanto anhelaba y buscaba. Cris… Yo no
puedo creer que esté pasando tanto. Yo no puedo creer TANTA DESHUMANIZACIÓN,
¿Qué es lo que está pasando? ¡No puedo entenderlo!. Yo he cambiado y mucho, sin
duda no soy la misma persona. A veces parezco un monstruo porque cuando no me
escuchan yo actúo de otra manera. Ya no quiero vivir de esta manera, mi madre
no ha dejado de decirme que le he arruinado la vida y que soy la culpable de
que a veces mi padre llegue borracho a la casa: “Es que tú peleas por la
comida” –dice- Y yo sólo quiero que entiendan que realmente las cosas están muy
difíciles. Mi madre, sin duda está sucumbida en una depresión que no le permite
hacer nada. Se queda todo el día en casa viendo televisión y no es capaz de
salir. A veces se queja porque dice que no hace nada con su vida, porque no
sale y siente que se está muriendo, pero… No lo entiendo, entonces ¿Por qué no
sale? Yo he tenido que dejar de vivir a mis 23 años para estudiar y trabajar. A
veces tengo que salir a comprar la comida yo, porque mi mamá no va. Es una
persona completamente dependiente de mí, y cuando quiere hacer algo necesita
hacerlo acompañada. ¡Entonces no entiendo! ¿Por qué no me apoya como lo hacía
antes? ¿Por qué no me escucha? ¿Por qué no hace un esfuerzo porque todos
actuemos como familia y no sólo unos pocos? ¿Si depende tanto de mi, por qué me
hace sentir como la inquilina de la casa y me dice que me vaya, pero después me
somete y me exige que esté con ella? ¿Por qué, qué es lo que quieren en este
momento de mí?... Mi novio una vez me dijo que el día en que ya no viva con mis
padres, yo podré estar feliz y la verdad es que nos se equivoca. Pero,
entonces, ¿Dónde quedó ese Rincón de Luz que tanto queríamos? ¿Dónde quedó la
familia unida que éramos? ¿A dónde se fueron los afectos?. En este último mes
me he sentido más sola que nunca. Ahora que mi hermana está embarazada y corre
riesgo me repitieron más de una vez que no le arruinara la Navidad a nadie, que
no la hiciera molestar. Pero juro por Dios que no lo hago. Mi hermana tiene un
carácter muy fuerte, mi hermana es otra persona o tal vez es ahora que la estoy
conociendo. Hace mucho le había dicho a mis padres que el día en que ellos no
estuvieran ella me iba a sacar de esa casa. Ella tiene una ley que la protege y
la verdad es que yo quiero lo mejor para mis sobrinos. Mi madre me dijo que eso
eran cosas mías, que mi hermana no iba a hacer eso. Hace varias semanas me
amenazó y me dijo: “Te juro que cuando me venga a vivir definitivo acá, vas a
ver el diablo porque yo misma voy a hacer que no estés aquí”. Si, esas fueron
las palabras exactas porque me quedaron grabadas y me dieron vueltas esa misma
noche, porque sabía que estaba sola. Por primera vez en mi vida supe lo que era
sentirse desamparada y no tener a nadie con quien hablar, sentirse en verdad
solo y con el corazón lleno de agujeritos. Supe durante todo ese tiempo que era
realmente el dolor. No había tenido un dolor tan fuerte como ese, como dijiste
tú una vez: Un dolor que me partió el alma y me dejó sin techo ni piso. Mi mamá
me había dicho que ella sólo decía eso porque yo la hice molestar. Pero luego
pasaron días y ella volvió a amenazarme con que firmaría esta casa y que podía
asegurar que aquí no me iba a quedar.
Cris, estos últimos meses realmente han sido difíciles.
He tomado la decisión de aislarme de mi familia y comenzar a independizarme.
Pero en este país no es posible. Los alquileres son realmente muy costosos, y
me refiero para pagar una habitación. Somos una juventud muy frustrada y
limitada, es por ello que somos más los que queremos emigrar para seguir nuestros
sueños, sólo que con algunos no es posible. Actualmente sigo estudiando la
carrera de Artes, pero voy por la mitad de la carrera y por como van las cosas
cada vez es más difícil estudiar. Estoy trabajando, a su vez, y por suerte ya
tengo trabajo, como guionista en la radio del Ministerio de la Cultura, sin embargo,
y por razones obvias tengo muchos límites a la hora de escribir, al punto que
mi obra termina siendo transformada hasta convertirse en algo ajeno. El dinero apenas
me puede alcanzar para medio comer, tomando en cuenta de que debo, mientras
sigo viviendo con mis padres, ayudar en la casa, porque sólo mi padre y yo
trabajamos. Creo que mi papá más que nadie debe saber cómo me siento, es por
ello que nunca se ha metido en las decisiones que tomo y, a su manera, me ha
dicho lo mucho que me apoya. Creo que nadie, más que él lo sabe. Pues tuvo que
salir de su país, Portugal, para hacer camino. Sentía que allá no lo dejaban
ser o vivir, por eso tuvo que seguir su instinto y seguir lo que quería. No
obstante, hasta el sol de hoy, aún no sé cuáles eran esos sueños de mi padre y
qué era lo que tanto quería. Él aún está ahí y sé que lo estará siempre para mí.
Pero no puedo decir lo mismo de mi madre y mi hermana. Me siento completamente
atada y sola. No cuento con el apoyo de mi novio en estos momentos, y creo que
eso me duele infinitamente.
Querida Cris, estos días donde siento los afectos lejos
de mi y completamente despojada de todo he soñado con volver a lo que soy, pero
esa niña alegre y optimista ya no está y no sé cómo volver a ella. No la siento
conmigo, ni siquiera en los ojos de mis sobrinos, la personita incondicional que
está conmigo en este momento. Santiago, mi sobrino, tiene la habilidad de
hacerme sentir mejor y demuestra amor como nadie más en el mundo. Él es mi
vida, mi pimpollo, mi otro yo, mi todo. Pero en este momento, aunque estoy para
él, no puedo encontrarme con mi yo interno de esa manera pura, plena y vital…
En estos últimos días he sentido una sensación terrible,
y es que Cris, como diría César Vallejo “Hay golpes tan fuertes en la vida… yo
no sé”. Esta sensación me parte en medio. Es como si algo me jalara. Me
despierta y es la razón que no me deja dormir. Siento un nudo en el estómago
que me golpea y cómo algo me jala el alma y me deja vacía y sin aliento. Me he
sentido ahogada, con ganas de vomitar y he llorado como nunca. Siempre que
tengo esta sensación es porque sé que algo puede pasar. Me pasó un mes antes de
que muriera mi abuela y un mes antes de vivir mi último desalojo. Quiero pensar
que no es así. Pero la verdad es que siento que mi espíritu sabe qué va a pasar.
En este momento no sé de qué manera lidiar con el dolor, pienso, al igual que
tú, que el dolor no es algo que se supere o te haga más fuerte. El dolor me habita,
lo padezco y también me hace más consciente. Pero, entonces ¿Cómo cambiar esto?
¿Acaso el dolor no se puede transformar? ¿Cómo transformo el dolor en un
momento donde no me hallo y dónde he perdido vitalidad? ¿Cómo hacerlo si la gente
que me rodea no brinda ese calor que tanto necesito? Querida Cris, hoy más que
nunca necesito respuestas, necesito ayuda, necesito sentir una luz de
esperanza. Por eso, con la fe que aún me queda, te escribo a ti, esperando a
que leas esto y puedas ayudarme a encontrar luz. Porque por mucho tiempo tu
obra me ayudó y me salvó, pero estoy en un momento donde, francamente siento
que algo murió.
Gracias por leerme. Te quiero mucho y espero tu regreso…
sin duda eres importante para nosotros los jóvenes.
PD: Si no lo había mencionado, mi nombre es Estefanie,
pero me dicen Tefie. Así me gusta que me digan, porque así me llamaba mi
abuela.